Razón y emoción en la nueva comunicación política.
Es interesante como se construyen los relatos de nuestra historia y como los perfiles de cada personaje van creando los hechos en función de sus aportes, y aunque es difícil sustraerse a la barbarie emocional de una guerra donde están muriendo personas que no tienen nada que ver con los problemas de sus lideres, deberíamos hacer un esfuerzo para intentar entender las tácticas de comunicación de estos dos actores y sus efectos dentro y fuera de sus países.
Para empezar, partimos de un mundo de extrema incertidumbre, donde los destinatarios del discurso ya no saben exactamente quienes son y donde la moneda de la credibilidad escasea tanto que se ha convertido en un valor al alza. Ellos necesitan ser creidos a cualquier costo porque de su imagen dependen sus recursos.
La comunicación política efectiva se ha convertido en el nuevo arte del siglo XXI, la capacidad de transmitir emociones o liderazgo desde las redes determina apoyos y alianzas, abandonos y traiciones, es necesario que nos crean, independientemente de lo que suceda.
En este mundo tan extraño, solo hay tres perfiles de comunicadores efectivos que pueden competir con ciertas garantías de éxito, los que dicen la verdad y la sienten de veras ( extintos hace mucho tiempo), los buenos actores que son capaces de simular cualquier cosa y los psicópatas, aquellos que no sienten nada y pueden crear cualquier personaje.
Siempre tuvimos la duda sobre que sería más eficaz en caso de una confrontación de credibilidades, si un buen actor o un buen psicópata y parece que los porcentajes de éxito son muy parecidos, la imagen de Putin en su tierra roza el 80 % de aceptación y Zelenski que gano las elecciones con casi un 75 % de votos, ambos se mueven en aguas turbulentas pero eficaces.
Así, visto lo visto, nos asalta la duda sobre lo que pueden estar aprendiendo nuestros aspirantes para las próximas elecciones en Andalucía, eso sí, desechando directamente la sinceridad como tal, pues la transparencia está cargada de riesgos innecesarios que no se pueden permitir, imaginemos a nuestro candidato decir lo que piensa frente al partido y frente a los votantes, destitución y escandalo asegurado.
De modo que nos quedan dos líneas efectivas, la actuación mediante la emoción versus la razón dura del líder, pensar demasiado o pensar poco, ambos juegan con la percepción de un ciudadano que ya no sabe a donde debe agarrarse. Analicemos un poco estos perfiles en la guerra de comunicación que estamos presenciando estas semanas en el contexto europeo.
El personaje emocional Zelenski es más delicado, es reactivo y debe estar presto a sacar su perfil a ritmos de escenografías cambiantes, debe adaptarse a entornos y circunstancias, como hemos visto en los discursos internacionales y las escenas en su tierra, es un personaje ágil, interesante y con respuestas adaptadas al momento que deben provocar emociones: “eso es lo que siento yo también”, es la inmersión en el relato propio de una buena serie. Pasará a la historia probablemente
En cambio, el personaje racional, Putin es pura marca, no cambia y no reacciona, ya ha creado el modelo con sumo cuidado para provocar una marea de seguidores antes que suceda nada, no tiene tiempo ni ganas, de andar reinventándose cada semana. Es un líder perfecto, un “top gun” ruso, que sabe hacer de todo, nada, corre, vuela, lucha: “eso es lo que soy yo” y la marca se vende sola.
Pero el matiz a no olvidar es que ambos son frágiles, tiene caducidad y lo saben, solo tienen que aguantar una guerra que ya nadie sabe cuanto durará, y aquí está el problema, se alargó más de lo previsto y por ello occidente inyecta tiempo en el actor para alargar una obra que ya debería haber terminado y cuyos costos nadie se atreve a estimar y el Kremlin intenta acortar los plazos consciente de que el deterioro de la imagen de marca es irreversible y ya empieza a mostrar fisuras.
El factor que puede determinar la efectividad comunicativa en el tiempo de unos y otros, no nos engañemos, estará siempre en algo tan simple y difícil como la credibilidad interna, la estabilidad de Putin amenazada por los movimientos reactivos, aun débiles pero crecientes y que tarde o temprano pasaran factura, versus el patriotismo mucho más sentimental de Zelensky que, como todos sabemos dura lo que duran las emociones que lo sustentan.
Lo interesante para nuestros observadores patrios es que la visión de estos perfiles consistentes, pero vulnerables, evidencian ya síntomas de agotamiento y estamos pendientes de quien perderá antes esa credibilidad construida a golpe de escenario, esto es importante porque algunos y algunas ya intentan emular perfiles versionados al mediterráneo, los rasgos duros del modelo ruso comienzan a calar en los partidos que buscan liderazgos agresivos y duros, no doy nombres todavía, y los relatos emocionales se quedan en las bandas “centrales” intentando captar el voto emocional indeciso.
El problema a día de hoy en este previsible intento de copia es que nuestros candidatos centrales son unos pésimos actores incapaces de emocionar ya a nadie, demasiado acartonados que han sido reciclados demasiadas veces y que los candidatos de los extremos no han sabido preparar esa marca de líder que debe ser cocinada a fuego lento para aguantar unas elecciones moviditas.
Auguramos pues que las aceleradas elecciones andaluzas aportarán muy poco, serán algo aburridas, bastante mecánicas y sin lideres que aporten energía a un escenario que lo necesita más que nunca, eso sí, no olvidemos que todos mostrarán el personaje que no es. El tiempo lo dirá.